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“Sí, por ejemplo, mi difunta suegra iba con otras mujeres iban hasta Reinosa (a unos 20 kilómetros en línea recta) de noche, andando por el monte con 20 kilos de maíz para cambiarlo por trigo, y luego volver andando otra vez claro.”
“Fui muy poco al colegio, dos o tres años con una de mis hermanas, y teníamos una maestra que se llamaba María Jesús que nos quería mucho. Un día se dio cuenta que como teníamos que venir andando de lejos, comíamos en un prado, así que nos dejó las llaves de la escuela para que comiéramos allí. Luego ya teníamos que trabajar dándole la vuelta a la hierba y cuidando las vacas y las cabras”.
“Nosotros llevábamos una vida normal , ayudábamos en casa , cantábamos, bailábamos y no sabíamos lo que pasaba en el país ya que no comprábamos el periódico porque el dinero que ganaba mi familia lo necesitábamos para comer”.
“En las tiendas no había cosas, todo estaba racionado. Tenías unas cartillas con las que ibas a comprar, se llamaban cartillas para el racionamiento y te daban 100 gramos de azúcar por persona al mes, media docena de huevos por persona al mes, no podías comprar el pan que tu querías, la cantidad que tu querías, no tenías derecho más que a una barra. Había un comercio sumergido que le llamaban el estraperlo en el que pagando más si encontrabas más cosas. Los sueldos eran muy bajos, yo era hija única y tenía unos abuelos que tenían labranza y siempre te daban cosas que bajabas del pueblo: alubias, patatas, huevos, alguna mantequilla, muy poquitas porque mi abuela las vendía, para sacar dinero y así comprar otras cosas, no se comía carne ni pescado todos los días porque no había dinero suficiente”.
¿Cómo era la vida cotidiana?
“La vida era normal, iba a la escuela, a las fiestas y los bailes, nos divertíamos y ayudábamos en casa, en el campo”.